Doña Angustias Ansiedades es una señora a la que no le gusta que la hagan esperar, aunque a veces llegue antes de tiempo a la cita.

Le da apuro quedar de pesada, pero no puede evitar reservar un mes antes en un restaurante, porque no soporta llegar y quedarse con cara de tonta. La señora Ansiedades es una mujer de letras que nunca entendió las matemáticas, los cosenos, las tangentes ni las ecuaciones de más de una incógnita. Lo de los ceros y los infinitos le producían ganas de exterminar, con banda sonora de Terminator 2 de fondo. Nunca se sintió segura con los números, no son de fiar, argumenta la doña.

Doña Angustias Ansiedades no puede quedarse en la cama más de diez minutos si ya ha amanecido y no está durmiendo o leyendo; le molesta que le cambien el orden de los planes porque ella es muy organizada y lo tiene todo pensado. Pero no cuenta con que los demás también suelen tener esa -para ella mala- costumbre de planificar. Con una cabeza pensante es suficiente: la de ella.

La señora Ansiedades se levanta y se prepara para meditar, pero antes no puede dejar de mirar las redes sociales y realizar su rutina facial: se echa en la cara todo aquello que le vea resultados; a doña Angustias le angustia el paso del tiempo, valga la redundancia.

Medita y su cabeza se va a la lista de la compra, a esa frase que no dijo y que debería haber salido disparada de su boca; piensa en lo buenos que están los chicharrones con limón y las empanadas de Casa Hidalgo. Y los donuts. Y cualquier cosa que allí repose. También piensa en varios temas de trabajo, en cómo estará su madre, si la mañana habrá recibido viva a su abuela. Piensa en un viaje al Universo, en la muerte, en que no quiere morirse porque tiene muchas cosas que hacer que le encantan, y muy importantes. Se ve en el tanatorio y da un respingo.

Se da cuenta que ha volado y, con una respiración profunda, vuelve a intentar concentrarse. No ha puesto la lavadora. Tiene que planchar el vestido. Ir al Carrefour; no quedan tomates y ella, Doña Angustias, no puede vivir sin tomates. Tampoco puede hacerlo sin un nuevo aceite corporal que ha descubierto y cuyo olor la tiene totalmente enganchada. Después, cuando se duche, se embadurnará. Nueva respiración profunda. Ya pensaré después, tengo todo el día, se convence.

La señora Ansiedades detesta que la tomen por tonta y se sorprende de que aún -a pesar de múltiples y óptimas oportunidades- no haya retorcido ningún pescuezo. También es cuestión de tiempo, se dice. Le disgustan sobremanera las faltas de respeto, los mirones que se esconden y los retratistas delincuentes. No entiende por qué hay personas que se sienten con derecho a asomar las narices por ventanas ajenas, después que no se quejen si se las parten, piensa. Se imagina tomando con fuerza el mango de una gran sartén y golpeando fuertemente la cara del husmeador irrespetuoso cuando este brota cual choto. Qué satisfacción.

Doña Angustias Ansiedades no es violenta por una sencilla razón: aprecia mucho su libertad y no le merece la pena sacar al exterior la asesina que lleva dentro para acabar ambas dando paseitos en un pequeño patio. A ella le gusta estar tranquila y en paz, la mousse de chocolate que no engorda, la justicia y las mascarillas de colores sobre la cara, concretamente sin que la nariz quede por fuera. No en el codo, no en la barbilla, no de bolsito. Bueno, esta última cosa no es que le guste, pero soporta menos aún que -coronavirus presente- pasen por su lado a jeto descubierto.

A Doña Angustias Ansiedades le pasan muchas cosas, pero ya las iremos viendo poco a poco. No seáis angustias.

Si queréis escuchar el podcast de doña Angustias podéis pinchar en este enlace https://www.ivoox.com/podcast-dona-angustias-ansiedades_sq_f11104904_1.html

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