Si no fuera porque es una tragedia grande y real, nos reiríamos mucho con esta situación digna de un argumento de los Monty Python, en cuyo argumento reinaría la fiesta de la democracia.
«¡Bienvenidos a la fiesta de la democracia, donde todos y todas estáis invitados -y obligados a asistir si os toca en una mesa electoral- a retozar con el Covid como nunca antes os habían permitido! ¡Dejad que vuestros familiares y amigos se mueran solos en las UCIS, mientras los infectados por el virus, en lugar de guardar la correspondiente y responsable cuarentena, van a ejercer su derecho a voto! ¡Y vosotros a su lado, en el mismo colegio electoral, compartiendo bicho y espacio democrático! ¡No os perdáis nuestros mítines! ¡Qué hermosura simoniana!
Porque tenemos derecho a que nos votéis, tenemos derecho a que desposites tu -NUESTRO- voto ahí -¡Jiúúúú!- en la urna.
¡Bienvenidos a la fiesta de la democracia!, en la que irte a Andorra a vivir es de terrorista comeniños, pero vivir en España como un marajá a costa de las espaldas de los exprimidos autónomos y trabajadores que pagan sus -abusivos- IRPF, IVA, etc., porque es literalmente imposible no hacerlo, es ser un patriota, a lo Mel Gibson. No dejemos que se vayan… ¡Acribillémoslos! ¡A por los youtubers, masa inmunda!… Quiero decir… ¡A por ellos, cuidadanos! No olvidad que los impuestos que apoquináis religiosamente pagan vuestra Sanidad y Educación, no nuestros chiringuitos de directivos con oficinas vacías, chóferes, dietas y sueldos más que justos y necesarios.
Bienvenidos a un país donde ser autónomo es sinónimo de llevar capa, espada y tener súperpoderes… Lo que se está perdiendo Marvel. Bienvenidos a un lugar donde para vacunarse hay que ser alcalde o alcaldesa, u obispo -obispa no hay- que pide perdón y queda absuelto de todos sus pecados, asegurándose el cielo. ¡Pasen y vean!».
Este es mi país, España. Un lugar donde la creatividad, el esfuerzo y el talento se premian con la mirada de reojo, la envidia y la zancadilla. Un sitio en el que ser el más tonto de la clase te garantiza una carrera política y comer de la olla grande de por vida. Muy parda la tienes que liar para que no sea así.
Un país maravilloso, con una riqueza cultural, gastronómica y social brutal, donde unos -no pocos- gusanos dejan hueco el terreno que todos pisamos. Son muchos años ya devorando lo que no es suyo, y empieza a tambalearse. Son muchos años ya arramplando y, de los boquetes, lleva ya tiempo manando a borbotones la podredumbre. Sí, asqueroso. Son muchos años alimentando inútiles de cabeza y corazón. Y ya está bien.
Sí, nunca hablo de política, y no porque no me guste, sino porque la talla de los que se supone que nos representan me aburre y cabrea a partes iguales. Y porque paso de meterme en berenjenales.
Pero es que estoy tan harta, a niveles tan extremos, que es imposible que no escriba -y publique- sobre ello. Ojo, que no estoy para dar explicaciones de lo que expongo. Todo el mundo tiene un culo. Al que no le guste, me parece perfecto, pero no pienso entrar en juegos de dimes y diretes. ¿Para qué escribo esto entonces, si no es para entrar en polémica? Porque, como he dicho, estoy muy harta y porque sé que hay mucha, muchísima gente que opina como yo y no se se siente respaldada -ni siquiera reflejada- en los distintos pero idénticos medios clientelares de comunicación. Y porque me da la gana también.
Porque -de momento- soy libre y quiero seguir siéndolo. Porque los chiringuitos -y no precisamente los que están a pie de playa-, nos arrebatan gran parte de nuestra libertad. Porque no hay Carnaval y necesito desfogar.
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