El otro día, hablando con una amiga traicionada por un hijoputa de marca mayor el amor y sus expectativas, me comentaba el efecto de lo que ella llamaba «las gafas Disney«.

Desconozco si es de su cosecha o no, pero me hizo mucha gracia el elemento escogido (gafas, cuya función es que veas la realidad que tienes enfrente para que no te hosties) y la marca del mismo («Disney», que tantas princesas hostiadas ha creado) y pensé:

-«Esto tiene que ser un post. SÍ O SÍ».

Me comentaba ella que, a pesar de las múltiples señales de estar delante de un sujeto misógino y sin corazón, las gafas Disney -y el individuo en cuestión-  le hacían ver todo de color de rosa y, lo que es peor, que ella estaba loca, LOQUÍSIMA.

Como una puta regadera.

Se había convertido en una celosa compulsiva, que veía novias, amantes y follamigas POR TODAS PARTES. El no llevar las gafas Disney le hacía perder la cordura.

Pero, hete aquí que, resulta que la vida real ocurría y transcurría fuera de esas lentes rosas y llenas de purpurina (a La vecina rubia le encantarían; sólo por estética, eso sí), y que la realidad no era lo que veía a través de sus preciosos anteojos, sino lo que sospechaba -CADA VEZ MÁS- cuando se los quitaba.

Por todo esto, y ya solucionado lo del ente -mandado por correo urgente al mamaero más lejano- le recomendé que las guardara bien guardadas en un cajón (no las va a tirar, con lo monísimas que son) y que sólo las sacara para escribir y para ver pelis (tipo Pretty Woman, ya sabéis… Esas que nos encantan, pero que son TODO MENTIRA. Y que han hecho tanto daño, o más, que las princesitas Disney y sus príncipes salvadores).

Y algún día de emergencia de estos de sofá, lluvia y manta. ¡Pero que sólo las lleve un máximo de 24 horas! A partir de ese tiempo, como ha podido comprobar en sus lozanas carnes, son totalmente perjudiciales y contraproducentes.

Así que ya sabéis, que sé que tod@s guardamos unas gafitas de esas en la mesita de noche o, horror de los horrores, las lleváis puestas todo el puñetero día.

¡FUERA!

La vida es mucho más rosa y con más brilli brilli yendo por ella con claridad, honestidad y respeto, así que cuidado con el amor y sus expectaivas, que hay veces que lo carga el diablo.

Empezando por un@ mism@.

Y cuando no lo es, cuando es fea, gris y triste hace que apreciemos mucho más la luz y la alegría de cuando todo está bien, así que conocer la diferencia nos animará a seguir adelante.

Porque no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo aguante.

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