Cuando uno se siente libre no puede evitar estar de buen humor.

¿Habéis visto alguna vez a una gaviota cabreada mientras sobrevuela el cielo azul? Yo tampoco. Tienen cara de pocos amigos, pero es la face que les ha tocado, qué le van a hacer.

Sin embargo, hay por ahí sueltos algunos especímenes sin alas y con una cara…, que te quitan las ganas de vivir. Y no me refiero a la guapura, sino a la forma de ir por la vida.

Según vayas, la cara se te irá agriando por momentos o no. Todos tenemos malos días, malas semanas o meses, o incluso malos años. Pero no es eso. Es la actitud.

Pongo un ejemplo para que todos lo entendáis: una persona, de vacaciones y sin ningún problema gordo, sentada en una terracita estupenda, cerca del mar y con una cara de amargada que asusta a la gaviota más malhumorada.

Que yo me pregunto:

-Si tiene ese jeto en esos momentos de asueto… ¿Cómo será cuando está trabajando? ¿La alegría de la huerta? ¿Blancanieves cantándole feliz a sus pajarillos? ¿La vecina rubia con su chaqueta amarilla (o con el abrigo de Daenerys)?

NI DE COÑA.

Suelen ser esos seres amables, resolutivos, voluntariosos y con ganas, que suelen DARNOS EL DÍA. Un día feliz se entiende, claro. Yo y mi fina ironía gaditana. El burro siempre por delante.

Por todo ello, en muestra de agradecimiento a su cordialidad, su civismo y su buen hacer, quería dedicarles estas pocas y humildes palabras.

Para todos ellos va dedicado este post.

Y sonreíd, malditos, que es GRATIS.

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