Salí de la casapuerta en una bolsa.

Me subieron a una batea, había mucha gente. Volé por los aires, arresío, pero me encantó. Llegué al suelo y la levantera me arrastró por las calles. Ascendía en remolinos, era muy divertido, hasta que caí en una pocetilla. Ahí me quedé, una mijita enguachisnáo.

Empezó a caer la mortal y aparecí en La ciudad invisible, apalancándome a sus entrañas junto a restos de pirriaque. Pasé por los colectores, las arterias de los bajos fondos. Estaba oscuro, mucho. Echaba de menos la luz y la parranda de días atrás. ¡Qué bajonazo!

Tras un largo viaje entre tinieblas en el que pasé algo de canguelo, de pronto, se hizo la luz. El sol volvía a resplandecer y caí en una enorme masa de agua azul índigo. Estaba casi deshecho ya. Me guanajé y piqué billete.

Fui papelillo.

*Este texto fue presentado al Concurso de Microrrelatos de Aguas de Cádiz de 2023. El pasado 20 de marzo fueron conocidos los microrrelatos finalistas y premiados.

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