Claramente tengo que parar en el Spotify el tema 53 de Bzrp y Shakira -que tengo puesto en bucle- para escribir esto.


Claramente, Shakira ha dado el pelotazo. No uno. El pelotazo: más de sesenta millones de reproducciones en veinticuatro horas, en más de cincuenta países. Ahora toca mojarse. Y si hay que salpicar, que salpique.


A los comentarios que hacen referencia a la maternidad de la cantante, recordar que además de madre es artista, y que siempre ha utilizado sus experiencias para crear sus temas. Mejor que sus hijos la vean empoderada y fuerte que llorando por las esquinas. Y el padre no tuvo ningún problema en hacer lo que quiso hacer, sin que nadie criticase públicamente sus acciones por su paternidad.


A las personas que aluden a la falta de sororidad de la colombiana, porque hace alusión a la nueva pareja de su ex: desde que existe la música los hombres han escrito y cantado canciones que ponían a caer de un burro a la nueva pareja de su amada, y nadie se rajó las vestiduras. Pareciera que ahora las mujeres, por el simple hecho de ser mujeres, tenemos que aguantar y callarnos para no ofender a otra mujer. Que hagamos lo mismo de siempre, vamos: ver, oír y callar. Pues mira, no.

A algún comentario que he escuchado sobre la “cosificación” de la mujer porque se compara con un coche o un reloj… A ver cómo lo digo… Si no te da para pillar una metáfora, ve recogiendo. Y a ver si queda claro ya que una mujer tiene libertad de comparase con lo que quiera, no tiene que venir nadie con su condescendencia a salvarla y a explicarle ñiñiñiñí. Ya está bien.


“Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”. Esta maravilla, que ya está en tazas y publicaciones de redes sociales, también está siendo criticada: que si sí podemos llorar, que anular las emociones no es bueno, ñiñiñiñí… Me parece de chiste tener que explicar esto, pero claramente a lo que se refiere Shakira es a no quedarse en el llanto, callada y dejándose morir. Se pasa por ello porque las mujeres -¡oh, sorpresa!- somos humanas, pero lo que dice en la canción es que no se queda a vivir ahí: sigue adelante con su vida. Y haciendo clin-clin en la caja.


Shakira es artista, cantante y cantautora. Utiliza sus emociones y experiencias para crear. Es lo que lleva haciendo toda su vida, con éxito internacional, por cierto. Y que así sea -además de por su talento y trabajo- es por eso: porque lo hace desde las tripas. Manda un mensaje empoderado con el que muchas nos podemos sentir identificadas, por experiencias propias o cercanas: todas tenemos una amiga a la que le ha pasado algo parecido, y si no la tienes, es que eres tú (guiño, guiño, codazo, codazo, by La vecina rubia).


Te puede gustar o no la canción. Si te gusta la escuchas, y si no quieres que te salpique, la quitas. Además, el mensaje que manda -como ya ocurrió con el Despechá de Rosalía– es de fortaleza, de no quedarte en silencio, en casa, sin que nadie te vea, purgando tus demonios. A los demonios se les saca a pasear con correa y, cuando una está preparada, los suelta para que corran como desalmados y, si es posible, nunca más regresen. Shakira ha sacado a los suyos y ya ha soltado las riendas. Dejen a la reina reinar.


Eso es lo que hay. Y quien se pique, es que ajos come.

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