Es curioso cómo se van engarzando los acontecimientos (creo poco en las casualidades). Hace unos pocos meses, con Un tranvía llamado Deseo prácticamente montada, las circunstancias nos obligaron finalmente a suspender la obra de teatro, Blanche Dubois incluida.

Al principio sentí mucha pesadumbre, pero se me pasó. Sin embargo, conforme han ido pasando los días y las semanas, me he dado cuenta de que una pena sigue ahí, NO SE HA IDO.

No es una tristeza que me impida seguir con mi vida, ni que me haga llorar por los rincones; pero sí una melancolía que no entendía muy bien.

Hasta que la otra noche, ya en la cama a punto de dormir, mi mente comenzó a interpretar uno de los parlamentos de Blanche. Entonces comprendí lo que me estaba ocurriendo: el personaje que interpretaba en la obra de teatro, Blanche Dubois, se me había quedado dentro.

Y, de verdad, que tengo la necesidad de que salga al mundo y la gente la vea y la escuche, porque para eso la busqué y la creé.

Y, cada vez más, me sorprendo a mí misma reviviéndola: más bien viviéndola, porque jamás murió ya que nunca llegó a nacer.

De esta manera, llegué a la conclusión de que debía subir aquí algunos de los parlamentos más hermosos de Blanche. Ya subí uno en el post Pasen y escuchen a mi Blanche. Aunque obviamente no es lo mismo, quizás así logre quitarme esta espinita desazonada.

Ahí va:

Era un niño… Un tranvía llamado Deseo
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