Primer artículo del año. ¿Dónde se esconde nuestro talento?
Aunque tengo que reconocer que hasta que no pasan por casa mis amados Melchor, Gaspar y Baltasar no comienza el año para mí. Cuando leáis esto ya estarán de vuelta y la «pelusilla» se habrá disipado. (De hecho, ahora que lo releo antes de publicarlo, no solo la «pelusilla» se ha evaporado, más bien habrá salido corriendo después de ver cómo ayer se asaltaba el Capitolio, en Washington D.C.).
Mientras, en estos días de últimas compras, de críticas a mi querida Pedroche y su fabulosismo, de nuevos y antiguos objetivos que cumplir, yo me hallo en tierra de nadie, sin saber muy bien qué hacer.
Este año me he dado cuenta de que siempre me pasa: hasta el día 7 de enero no comienza el año para mí. Sí, a mis 41 palos me he dado cuenta. Más vale tarde.
En estos primeros días de 2021, llenos de una esperanza tan necesaria como ilusoria tras el 2020, me sigo estrujando el cerebro pensando en qué me diferencio, en qué puedo aportar. Qué hago distinto al resto. Antes de empezar a escribir esto, a 4 de enero, charlo con mi hermano, mientras me tomo un café vienés en una de mis cafeterías favoritas, y me golpea en las narices con algo que, no solo he tenido delante siempre -cada día-, sino que amo profundamente y que, según me dicen, conozco más que la media. Se me saltan los lagrimones.
Me pongo nerviosa. ¿Cómo es posible que haya estado dando vueltas alrededor y no lo haya visto? Las cifras de los artículos me lo gritaban, pero yo lo veía como algo puntual y fortuito. Mis amiguis de Instagram lo adoran y me lo dicen, pero qué voy a aportar yo. Si yo no sé nada. Pero resulta que sí que sé. Y que lo que no sepa tengo las herramientas más que necesarias para saber dónde buscar gracias a mi formación como historiadora. ¿Cómo es posible que lo haya tenido tan cerca y no lo haya visto?
El caso es que reconozco esta sensación en multitud de personas maravillosas que conozco en carne y hueso o virtualmente, a las que les pasó lo mismo: daban vueltas y vueltas cuando tenían en su interior la respuesta. La tenían tan presente que no se daban cuenta. Pues eso.
Por eso, si estás buscando, no lo hagas fuera. No intentes parecerte a nadie, porque no lo conseguirás y ese alguien ya existe. Coge ideas de aquí y allá, aprende, absorbe cada cosa que te sirva. Inspírate, pero no copies. Comparte para iluminar(te). Sí, ya sé que suena manido, hasta hace una hora para mí también lo era y no lo terminaba de entender, pero es así: la respuesta está en tu interior. Está dentro, en eso que eres siempre, que te sale solo, que canturreas, que susurras, lo que las personas de tu alrededor más destacan de ti. Eso que parece tan obvio que cómo va a ser. Pues eso es.
Me ha costado verlo, pero ahora está tan claro y parece tan simple que es increíble que no lo vislumbrara antes. Ya lo creo que soy diferente. Tanto que incluso me han negado lo que soy. Y ahí radica mi fuerza.
Como diría Alberti:
El mar. La mar.
El mar. ¡Solo la mar!
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