Se te debe caer la casa encima. (Pues no).
– Cómo no vas a estar bien, si eres joven. (Qué tendrá que ver…).
– Tu madre está sola. (Gracias por recordarme que mi padre está muerto).
– Tú sabes que has dado un braguetazo, ¿no? (Pues no, la verdad).


Hay que trabajar. Las horas que sean. Sin descanso. Ya descansaré cuando me muera. (Eso no es sano ni viable, y lo sabes).
– No sé por qué te vas fuera a buscarte la vida, lejos de tu familia. (¿Porque quiero trabajar en lo que me gusta y aquí no existe?).
Te creerás muy guapa, zorra. (Pues sí, ¿algún problema?).
– Pero entonces si no vas a trabajar donde siempre, ¿qué vas a hacer? (Otra cosa, mariposa).
– Me estoy haciendo viejo. (Hasta donde yo sé todavía no hay ningún Benjamin Button).


– De escribir no se puede vivir. (No ni ná).
– Tu hermano vive en el extranjero porque no os quiere. (Aro, aro).
Hazlo por mí, aunque no quieras. (Va a ser que no).
– Tú lo que tienes son muchos pajaritos en la cabeza. (Un nido tengo).
– Qué más da si me quedo ciega, para lo que hay que ver. (Pues tú verás…).


– Esta niña es muy lista, pero floja. (Quería decir soñadora, pero no encontró la palabra).
-Se le ha clavado una chincheta en el hueso, que es lo único que tiene. (Gracietas de niños).
No tener hijos es como un jardín sin flores, ya cambiarás de opinión. (Nunca me gustó la jardinería).
– Si te pones nerviosa con las Campanadas eres como todos esos que solo quieren flojear. (Mezclando churras con merinas en tres, dos, uno…).


– Si Dios quiere. (Será si yo quiero).
– Lo lógico es que pases las vacaciones enteras en casa, con nosotros, no que te vayas por ahí, ¿no quieres vernos? (Sí, y también me gustaría verme a mí, si no es mucho pedir).
– Eres una puta. (Sentencia divina reggaetonera).
– No puedo entender que no quieras ser madre, eres una egoísta. (Hasta luego).


– Esta niña no come. (¿Cómo lo sabes si no vives conmigo?).
– ¡Te hace falta un puchero! (Y a ti un palo en la cabeza hueca esa que tienes).
– Dios mediante. (¿Pero no había libre albedrío?).
– Hay cosas que a partir de una edad no se pueden hacer porque lo que se hace es el ridículo. (Ridículo es decir esas tonterías).


– Para qué vas a bajar a desayunar a la calle, si ya te he preparado yo el desayuno; y el almuerzo, la merienda y la cena. (¿Y la celda de clausura pa cuándo?).
Me vas a tener que aguantar porque voy a venir mucho por este bar. (No, no vas a venir más. Capisci?)
– Tu madre quiere más a tu hermano que a ti. (Creando buen rollo en la familia).
– ¡Espagueti! ¡Canijazo! (…).


– Dios nos pone a veces estas duras pruebas para que aprendamos que no somos nada. (Sermoneando a diestro y siniestro).
– Para mi alumna, que podría haber hecho algo más. (Y tú escribir una dedicatoria motivadora).
– Ah, pero estás en casa, pensaba que estabas en la calle. (Golfeando, ¿a que sí?).
– Los calcetines que le he regalado a él son de lana, tienes que lavarlos a mano para que no se estropeen. (El regalo para él, el trabajo para mí. Qué ilusión).


– Necesitaría que «alguien» viniera a hacer las cosas de la casa. (Buscando a alguien).
Adoctrinas al alumnado hablándoles de feminismo. (Y tú los embruteces, habrá que nivelar la cosa, ¿no?).
– Conozco a tu jefe. (No me digas. Yo también).
– Ten cuidado por donde vas a correr, no te vayan a violar. (Lo peor es que lleva razón).


– No vienes nunca. (Estoy aquí).
– No te voy a comprar la calculadora científica, aunque digas que te la piden para los exámenes, ¿para qué? (Cabeza de chorlito).
Déjate de tanto teatro y dedícate a algo productivo. (¿Para ti o para mí?).
– Claro, como no tienes hijos… (Ni falta que me hace. Yo ya, si eso, me entretengo sola).

He aquí un ejemplo de frases que una persona soporta durante toda su vida, desde su infancia. Todas nos suenan. Ahí las lleva. En este caso son frases que me han dicho a mí o a personas cercanas, en su mayoría mujeres.

Es un ejemplo pequeño, muy pequeño. Es la presión, la culpa, la carga de cosas y personas que no nos corresponden, lo socialmente correcto y establecido: nos lo han inyectado en nuestras tiernas cabezas a presión, así revienten. Chantaje emocional. Lo que llaman una vida «normal». Lo que se debe hacer porque toca. Si te niegas, si huyes, si dices que no, eres mala persona. Loca. Irresponsable, culpable.

Hasta que te plantas y se acaba. O no, porque el fin de esas frases no está en tu mano, pero sí cómo te hacen sentir, y determinas que nunca más nadie va a decidir por ti. Pero no os llaméis a engaño: es un camino largo, tortuoso y difícil. Y si encima eres una Persona Altamente Sensible ni te cuento. Pero sí, decir hasta aquí es el primer paso.

Se acabó el dejarme llevar por la vida y pegármela dando tumbos, según lo que quieran otros o lo que los demás crean que es bueno para mí. Se acabó el preocuparme antes por el bienestar ajeno que por el propio; en analizar en qué estará pensando el de enfrente para actuar en consecuencia de sus creencias y pensamientos y no de los míos. Si yo no estoy bien, los que me quieren de verdad tampoco lo estarán, ergo, cuidarme es cuidar a los que están a mi alrededor. No tengo que dar explicaciones de lo que hago o dejo de hacer, solo a mi reducido círculo de amor, y a veces ni eso. A veces las explicaciones solo me las debo a mí.

Trabajo desde el móvil, la tablet o el ordenador. En casa, en una cafetería o en la cola del supermercado. Ahora mismo escribo esto a las 21.33, un domingo, en el sofá. No tener un horario fijo no significa estar todo el día tirada viendo Netflix: quiere decir que trabajo las horas y los días que decido, al igual que organizo mi descanso y mi ocio. Quiere decir que mando en mis horarios.

Quizás cuando tú estás de jolgorio, yo estoy sentada delante de una pantalla. Y viceversa. Significa que he tomado el mando que casi nunca tuve. Sí, soy afortunada, lo sé. Pero eso no significa que me tenga que estar flagelando, pidiendo disculpas o agradeciendo servilmente por hacer lo que hago. Más bien me veo en la maravillosa obligación de aprovechar esta suerte que no me ha caído del cielo, sino que es fruto de años de estudio, trabajo duro y complicadas decisiones a nivel profesional y personal.

Solo pido una palabra: RESPETO. Si esa no se da, el resto me sobra. Si me juzgas sin preguntar, no voy a molestarme en explicar nada. Quédate con tus juicios, con tus frases, le digo a esa voz que hace eco en mi cabeza. Yo me quedo con mi vida.

Puedes ayudarme a cumplir mi sueño de publicar mi primera novela realizando una microdonación en https://paypal.me/ioescritora?locale.x=es_ES o realizando una suscripción mensual de 2€ o 5€ en https://patreon.com/ioescritora
De ambas maneras estarás contribuyendo. Gracias infinitas.

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