Estaba yo en er sofá, tan a gusto viendo un capitulito de ¿Por qué matan las mujeres? y me llega un wasa de Angu: «He estado a punto de morir por una explosión de gas. ¿Puedes venir?»

En un momentito me visto y me encajo en su casa, menos má que vivimos a cinco minuto. Llego y me encuentro a mi amiga blanca, descompuesta y temblona.

—No te va a creer lo que ma pasado -y se echa a reí por no llorá, creo yo.


—Ojú, es lo único que me sale por respuesta.


—Questaba yo aquí tan tranquila y al entrá en la cocina a cogé un vaso agua, he notao que se escuchaba un ssssshhhh, como de argo que va epplotá. He empezao acercarme a los mueble a vé qué era y he notao quel ruido venía der mueble donde tengo la bombona butano. Me cagao. Abro la puerta, pongo la oreja con más mieo que una vieja, y efectivamente el ssssshhhh sale de ahí. Olé no olía a gá, pero erruido salía de la bombona y he pensao que lo mismo mestaba envenenando durcemente y der tirón lapagao el pitorro.

—¿Y qué, que no sapagó o qué?

Angu se echa las mano a la cabeza negando, recordando enmorecía lo que le acaba de pasá.

—¡¡¡Qué va, el ssssshhhh seguía!!! Entonce sí que me cagao y me dicho: ya está, sacabó, adió mundo crué, voy a morí por una bombona picá, tiene cojone; me cago en Repsó y en los campingá. No sabía qué hacé con ella, así que empecé a sacá to lo cabía en er mueble. Justo delante había un bote oxidao de insecticida, con más año que la puerta, que justo usé el otro día pa los puto mosquito chico esto que no sé de dónde coño salen, los hijoputa. Totá, que lo cojo y veo un charquito justo debajo y veo quel ruido sale de ahí. Ay, ay… Me senté en er suelo, descompuesta, qué mala me puesto, Lola. Que de verdá que pensé que me moría y he visto pasá to mi vida por delante y to lo que me queda por hacé. He limpiao el charquito y he metío el puto insecticida en una borsa y ya te escrito, porque de verdá pensaba que me daba argo. Qué fatiguita más mala tengo…

—Bueno, pero no ha sío na mujé, ar final era el insecticida y no la bombo…

—¡Ya, pero y si hubiera sío qué! Que no sabía que hacé, Lola. ¿Dónde coño meto la bombona si está picá?¿¡Estas cosas por qué no las explican en los colegio?! Tanto simulacro y tanta mierda y luego lo importante no lo dicen. Y yo cojo y me muero aquí sola, que ya me veía abriendo el telediario y saliendo en Andalucía Directo.

—Llama a la policía, que ellos sí saben qué hacer y vienen der tirón. Y a unas mala saca la bombona a la azotea, mientra no haya ninguna chispa no pasa ná, chiquilla…

—¿¡Que saque yo la bombona a la azotea!? Tustá loca perdía, pa que me explote por er camino…

En ese momento aparece la gata de Angu para saludarme. Es mu cumplía, cuando quiere, claro.

—Y esta -señalando a Khalessi, la reina de su casa- tan tranquila durmiendo en er lavabo.

La gata mira a Angus como si la entendiera, diciendo con su expresión gatuna que ya sabía que no corrían peligro, si no hubiera ido rauda y veló a esconderse debajo la cama, su búnke antimisile. Ya pue estamparse un meteorito que si Khalessi está debajo la cama, ni siquiera le rozará su peludoso cuerpo. Son tal para cual. La acaricio y le digo a Angu si le apetece bajá a tomá un helao, a lo que contesta afirmativamente rauda y veló.

—Es perfecto pa quitarme el disgusto, argumenta. —Si reviento que sea de comé y no de una epplosión de gá.

Yo me descojono; qué intensa e, la cabrona.

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