¿Qué vas a ser de mayor? Es una de las preguntas recurrentes que los adultos suelen hacer a los niños, como si los primeros por experiencia no supieran ya que:

– Uno: el niño dirá lo que quiere ser ahora, de mayor no lo puede saber, porque no lo es. Es imposible. Ni siquiera muchos adultos lo saben, y ya «son mayores».

– Dos: la preguntita de los cojones alude únicamente a lo profesional; no se tienen en cuenta otros ámbitos que no sea el laboral y encima, al decidirlo, ya eso te define como persona y te encasilla para siempre en algo que tendrás que desempeñar por el resto de tu vida, amén.

Porque así lo decidiste. Con seis años, catorce, veintidós o treinta y cinco. No hay vuelta atrás: serás dentista, eso es lo que eres, lo que te determina. Única y exclusivamente te define tu trabajo o tu carencia de él.

El sentir orgullo de poner el deber por encima de la propia salud:
«voy a trabajar con 39 de fiebre», «echo catorce o dieciséis horas diarias».

¿Por qué nos tenemos que sentir orgullosas/os de hacernos eso? ¿Por qué ese presumir de no tratarnos bien y poner por encima de todo y todos el trabajo? Aquí no hablo de esas personas con trabajos precarios, que no ven otro remedio. Ni de momentos o temporadas puntuales en los que hay que poner toda la carne en el asador, si quieres que algo salga bien. No. Hablo de un estilo de vida. Que encima ni siquiera crees que has escogido, sino que «te ha tocado». Quizás esa falta de rumbo en el devenir propio es lo que más me asusta y cabrea. ¿A partes iguales? Sí. A partes iguales.

Obviamente es algo educacional, nos han enseñado que eso es lo que está bien:
todo lo que no sea dejarte el pellejo trabajando es de flojos y nos debe avergonzar.

«Ya descansaré cuando me muera». Cuando te mueres no descansas: te mueres, dejas de existir de la manera que has estado existiendo durante el tiempo que has estado por aquí. Repito: no descansas, te mueres. Cuando descansas, te levantas y -normalmente con ánimo renovado- sigues haciendo cosas y compartiendo tiempo y espacio con la gente que decides estar. Cuando te mueres no te levantas, ni haces cosas, no estás con la gente que se queda en este plano. Por lo menos no como lo hacías cuando estabas vivo. Estás muerto. Y sí, servidora también ha dicho y pensado esta frase muchas veces. Y ha ido a trabajar con fiebre o medio muerta y ha echado más horas que un reloj.

Pero ojo, que no estoy en contra del esfuerzo y el trabajo duro, todo lo contrario:
de hecho creo que es la única manera de acercarnos a cumplir nuestros sueños y objetivos.

Pero no a costa de volvernos esclavos de ellos; no a costa de nosotros mismos y nuestra vida. No a costa de nuestra salud física y mental. Porque estoy segura de muy, muy pocas cosas en esta vida; una de ellas es que ese estilo de vida te hace polvo: y es que el ser humano no está diseñado para vivir en un estrés continuo que, más tarde o más temprano, nos hace enfermar. Ya sea con una dolencia mental o física. O ambas.

Cuidarse no es fácil, nadie nos ha enseñado a hacerlo y da pereza: practicar ejercicio, meditar y comer de manera sana implica una disciplina. Y estas tres cosas son los básicos del autocuidado, sin pasar nunca al lado oscuro de la inflexibilidad y el autocastigo.


Si partimos de una buena organización, con unos objetivos claros,
con constancia y coherencia no es necesario dejarse la salud para alcanzar nuestras metas.
Y si alguien te dice lo contrario, huye. Ahí no es.

Y si te ridiculizan o se afrentan, pregunta: -¿Para qué? «Para tener más dinero o comprar tal o cual cosa» o «Porque hay que trabajar», te dirán. Vuelve a preguntar: -¿Para qué? Te dirán «porque es así», o alguna cosa por el estilo, tú dirás que esa es su opinión, poco argumentada, que no compartes. Y si por casualidad te contestan «Para ser (más) feliz», que lo dudo, pregunta a quién hace feliz ese tipo de vida, porque a ti no. Fin.

No olvidemos que «todas las cosas» se quedan aquí: la ropa, los zapatos, las colecciones de sellos, el coche, el taco de entradas del cine. Que nos gustan, sí. Invertir nuestra vida en ellas, sacrificando todo lo demás, no. Y si decides que sí, porque -por ejemplo- bailar es tu vida y no deseas nada más, que sea una decisión meditada y consciente, no «porque te ha tocado».

Respetemos a las personas que queremos y a nuestra vida, que es solo una, breve y desconocemos en qué momento dirá «hasta aquí, my darling».

Puedes ayudarme a cumplir mi sueño de publicar mi primera novela realizando una microdonación en https://paypal.me/ioescritora?locale.x=es_ES o realizando una suscripción mensual de 2€ o 5€ en https://patreon.com/ioescritora
De ambas maneras estarás contribuyendo. Gracias infinitas.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s